El día que Donald Trump nos tiró con un rollo de papel toalla
había que responder su desplante mandándolo a las ventas de
ese sitio tan emblemático al sureste de África. El gobierno
aquí tenía dos opciones: darse a respetar o morderse la lengua.
El gobierno se dobló y Trump marcó lo que iba a suceder. Trazó
cuál iba a ser su forma de bregar con nosotros los puertorriqueños,
que era tratarnos a patadas.
El pueblo esperaba que el gobernador Ricardo Rosselló le dijera
“Don’t push it”, como hizo su padre a los americanos en otro momento
histórico, pero no. Decidió morderse la lengua. Y ese acto simbólico
de asumir sumiso lo que digan, se replica en el pueblo. Si el pueblo
ve a sus líderes mordiéndose la lengua, imita esa conducta porque no
hay de otra. Si el que tiene poder, está con miedo, ¿qué puede hacer
el que no lo tiene? Ese efecto en cadena se nota en estos seis meses
después del huracán María.
Rosselló ha estado errático desde entonces y el pueblo se muerde la
lengua. Por seis largos meses llevamos aguantando, o más bien,
sobreviviendo, para no mandar a ese sitio que queremos a los ineptos
que han manejado esta crisis. Por ineptos no me refiero únicamente a
los dirigentes de Energía Eléctrica o de Manejo de Emergencias, Salud,
Educación, y otras agencias. Hablo también de los insensibles
invisibles del gobierno federal. Esos que no dan cara pero nos
matan a cuchillo de palo por la espalda, permitiendo que continúe
la jauja de contratos y la botadera de dinero, o haciéndose de la
vista larga ante casi 200 días sin luz, o más de 130 'carjackings'
en un mes.
No podemos olvidar que los federales pararon todo lo que llegaba a
la isla cuando cerraron los puertos y aguantaron la gasolina sin
necesidad, y teníamos que hacer filas de horas largas para poder
llenar los tanques en los carros. Íbamos a los pocos supermercados
que estaban abiertos, y los estantes vacíos. No había comida. No
había mercancías. Todo estaba controlado por FEMA y la gente entró
en pánico. Encima de eso ibas al correo a buscar algo que algún
familiar o amigo te enviaba desde los Estados Unidos, y los paquetes
llegaban rotos, si es que llegaban.
Si tuviste la suerte de que no se voló el techo de tu casa, pensabas
que podías volver a la normalidad, pero no fue ni es así. Las
escuelas cerradas o convertidas en refugios. Las carreteras
incomunicadas, tuvo la gente que empezar a moverse porque el
gobierno no actuaba. Todavía es la hora que no han ayudado algunas
áreas como Patillas o Yabucoa. Estabas preso en tu propio hogar o
refugio porque después pusieron el toque de queda, y ese no poder
salir sin tener miedo a que te choquen el carro sigue, porque todavía
los semáforos no tienen luz. Todo ese ambiente alteró los nervios de
la gente.
En esos primeros días las ayudas no llegaban a tiempo. Era un ambiente
hostil, como si estuviéramos en una guerra. Miles de personas sin hogar,
sus casas destruidas por los vientos o por las inundaciones, esperaban
los $500 de FEMA, que no es un regalo ni una dádiva. Es el dinero que
se llevan de aquí, pero no llegaba. Le decían a la gente que tenía que
solicitar la ayuda por Internet, pero ¿quién demonios lo hacía si las
telecomunicaciones colapsaron?
La gente iba desesperada al Centro de Convenciones, al infame COE y no
los ayudaban. Tenían que irse de allí al calor, mordiéndose la lengua,
mientras los bendecidos del gobierno, periodistas, contratistas y
federales cogían el fresquito del aire acondicionado. Afuera era otra
historia. Las ayudas no llegaban y al día de hoy
menos del 1% de la población recibió el máximo de ayudas para reparar sus
hogares.
Los amigos de alcaldes y políticos eran los primeros en tener agua.
El resto de la gente, las sobras. En los hangares la comida se pudrió,
y Unidos por Puerto Rico recogió más de $30 millones, pero no arregló
ni un solo techo ni dio viviendas al que se quedó sin hogar. Han
querido esconderlo pero todo el mundo sabe que aquí hubo gente
que pasó hambre. Sin luz para sobrevivir, sin carreteras ni puentes
por donde transitar, sin teléfonos para comunicarse, y sin comida,
parecía un exterminio.
Estos seis meses han sido horribles y parece una especie de genocidio
social porque han lesionado gravemente la integridad física y mental
de todos, sometiéndonos a unas condiciones de existencia que parecen
dirigidas a la destrucción total de esta sociedad. No nos matan a
tiros como en Siria o en Palestina, pero sí de desesperación. ¿Que
no es cierto? Repasemos la lista de esos 6 meses: han diezmado la
población, han destruido los recursos que quedaban, no hay luz en
amplios sectores y hacen apagones selectivos que han destruido la
economía. Más de 40% de los pequeños negocios han cerrado, y en los
malls que están abiertos, siguen cerrando tiendas. El tema de los
muertos nunca se ha aclarado, y la gente está tan desesperada que
eso se ve en la forma en que aumenta la violencia y los
suicidios.
La gente ha tenido que salir corriendo del país, primero azuzados
por los periódicos que promovían la emigración, después por FEMA.
Entones llenan la isla de extranjeros en chancletas que van
apoderándose de las propiedades y comprando a precio de ‘pescao
abomba'o’ lo que el puertorriqueño no tiene acceso a adquirir.
Llegan los cryptoempresarios, de dudosa reputación y aquí les
besan el trasero y le dan todo lo que no le dan al empresario
local, pensando en que dejarán chavitos en esta economía. Nos
inundan al gobierno de americanos para que administren agencias
y el dinero público porque el mensaje es que lo de afuera es mejor,
como una vez hicieron nuestros abuelos con los señores de la caña.
Y somos pocos los que nos atrevemos a señalarlo porque la gente
está tan abrumada y tiene tanto miedo, que opta morderse la lengua.
Ese silencio también es parte del problema.
Aquí hay que empezar a exigir. Hay que demandar respeto a los que
se creen dueños de este pueblo. Los independentistas tienen que
salir de la zona del confort, pero hablar con claridad. Los
populares se metieron la lengua en el estuche porque están más
pendiente a las candidaturas del 2020 que al ahora, y no se dan
cuenta de que el miedo es inmovilismo. Los estadistas tienen que
seguir enterrando el Plan Tenesí, como están haciendo, pero es
hora de que exijan respeto.
Recordemos todos que Puerto Rico le genera 4 veces más a los
Estados Unidos de lo que nos envían en ayudas federales. Aún
con el huracán, generamos $58.1 billones a la economía americana,
pero los Estados Unidos solo asignan $13.5 billones en ayudas. No
es justo la lentitud de la recuperación.
Este pueblo ha soportado demasiado. Por eso está prohibido olvidar
lo que pasó, porque las próximas generaciones tendrán que saber que
en el Puerto Rico del 2017 y 2018 aquí vivió una gente que se mordió
la lengua, molió vidrio con el pecho, y sigue luchando por
sobrevivir.
¿Qué va a pasar con Puerto Rico en los próximos 6 meses? Solo el
tiempo lo dirá. Esta semana se cumplen los seis meses del paso del
huracán María y toda la estela de destrucción que nos dejó. No
podemos seguir callados ni mordiéndonos la lengua. La lengua no
se hizo para morderse. Se hizo para expresarnos. |