Un siglo y dos décadas después de la invasión, el sur de Puerto
Rico continúa siendo el punto neurálgico de la explotación
económica de Puerto Rico. ¿Qué capricho económico del imperio
y sus aliados del patio no ha tenido como objetivo la apropiación
de los recursos de esta sufrida región, de sus tierras, de sus
magníficos puertos, de su gran potencial pesquero y de su cultura
afroantillana? Si mañana mismo se erigiera una verja de treinta
metros de altura alrededor de la isleta de San Juan, probablemente
el resto del país, y en particular el sur, podría seguir viviendo
como si nada, liberado de la carga de tanta imbecilidad que se
legisla y ejecuta por una minoría de blanquitos privilegiados de
«la loza», cuya conducta enajenada y corrupta ofendería incluso a
no pocos ciudadanos anglosajones de la nación que nos oprime. ¿O
es que acaso una secretaria de educación como Keleher es concebible
en ciudades como Hartford, CT, o Springfield, Massachusetts? No; nos
han llegado algunas con iguales pretensiones y no han durado ni un
año (¡en ciudades en que la inmensa mayoría de los estudiantes de
las escuelas públicas hablan inglés y español!). Podemos llamarla
como querramos, pero ella es producto inmediato de las aspiraciones
de la minoría esa que controla el aparato estatal de la colonia desde
San Juan. Lo que arde en sus ojos es una actitud de clase y un racismo
que la hermana con la clase política anexionista de Puerto
Rico.
¿Qué nos queda, que no sea desarrollar una estrategia de triunfo
revolucionario enfocada más en el resto de la isla que en San Juan?
¿No fue eso lo que hicieron las tropas invasoras estadounidenses para
conquistarnos, entrar por el mar Caribe? Si el sur se levanta, el
resto del país se cae por su propio peso. El propio desarrollo de
la crisis actual está dibujando los contornos geográficos de nuestra
independencia.
No fue por casualidad que las tropas estadounidenses entraron en 1898
por el sur, y no fue por imprevisión que concentraron sus tropas en el
litoral que va de Guayama a Mayagüez. La capitulación de los españoles
en la isla no estaba en entredicho. ¡Ya habían capitulado en Santiago
de Cuba! ¿Por qué lugar habría desembarcado Betances en julio de 1898
para defender nuestro derecho absoluto a la independencia? ¿Por San
Juan? Lo dudo. La verdadera cuestión para los invasores era si el sur,
con su superior riqueza económica y mercantil, osaba aspirar a nuestra
independencia, a un clamor como el de los revolucionarios cubanos. Para
suerte de los adversarios de nuestra nación, eso no pasó. Mas, todavía
en noviembre de 1906 el guerrerista Roosevelt desembarcó por Ponce,
estuvo de pasada en la capital y se regresó a Ponce en cuanto pudo. Sí,
en San Juan se reunió brevemente con algunos buscones de levita y
sombrero; pero, él estaba claro que era en el sur, con sus tremendos
puertos y recursos, que se jugaba el destino de la dominación de nuestro
pueblo. Allí mostró, por si acaso, la ideología imperial que solo podía
dar un buque de guerra de 16 mil toneladas y cañones de guerra
ciclópeos.
Puede ser que la legislatura de Puerto Rico suspenda sus trabajos cada
vez que lleguen protestas de todas partes de la isla. Lo que no podrán
hacer esos legisladores pelagatos es esconderse si el resto del país se
levanta. Si eso ocurre algún día, y yo creo que es posible, poco importa
si se reúnen o no. |