Mucho se ha dicho sobre la pérdida de fuerza de los dos principales partidos coloniales que desde
hace varias décadas se han venido alternando el disfrute de las migajas que el imperio deja caer
en su colonia. El PPD, Partido Popular Democrático, que se quedó sin piso desde que Washington
expresamente hizo saber al mundo que nunca ha existido el pacto o convenio entre interventor e
intervenido, teoría que sostuvo la espina dorsal de ese partido desde la creación del engendro del
Estado Libre Asociado en el 1952. El PNP, Partido Nuevo Progresista, anexionista, al que le vienen
dando en la cabeza con las columnas del Capitolio cada vez que reclaman de Washington la estadidad
para Puerto Rico. Ambos, sí, no cabe duda, han perdido fuerza, no sólo porque sus agendas políticas
están desgastadas o son inviables, sino también por la pérdida de credibilidad que han sufrido como
resultado de los frecuentes escándalos de corrupción en los que se han visto envueltos. El Partido
Independentista Puertorriqueño, PIP, completa la tríada de los partidos a votarse en estas elecciones
coloniales. Desde el 1952 fue perdiendo votos hasta verse en la necesidad de buscar reinscribirse
luego de cada proceso eleccionario. Su presencia es necesaria en el menú que el imperio ofrece a los
"electores" en Puerto Rico cada cuatro años. Es el único que nunca ha visto su honestidad y probidad
en cuestionamiento. Este año, todos fueron remecidos por las alternativas emergentes. Y demostraron
entonces, que los disfraces y los miedos son estrategias eficientes.
El PNP se disfrazó de un partido de centro-derecha, cuando históricamente le huye al centro como el
diablo a la cruz. El PPD también se disfrazó de centro-derecha cuando solía reclamar ser de
centro-izquierda. El PIP se disfrazó como un partido sin interés en la descolonización cuando se
supone que ésta sea su razón de ser y como un partido de centroizquierda. Los demás partidos, los
emergentes, se declararon NO PNP-PPD-PIP. No se disfrazaron. No lo necesitaban. Mostraron sus caras
nuevas y frescas al electorado. Su presencia rompió con la tradición de convertir cada proceso
eleccionario colonial en un referendum sobre el estatus político del país.
Estas fuerzas alternativas se montaron en una ola creciente de opinión que surge de generaciones
nacidas después del 1968 cuando ganó el PNP por primera vez. Gente que ha vivido su vida entera en
un Puerto Rico estancado en un debate de estatus el que cada vez más se les ha ido convirtiendo en
indiferente. A la misma vez, estas generaciones, sobre todo los nacidos desde el 90, han vivido en una
colonia, un llamado gobierno, en franca decadencia, caracterizado por la corrupción, la dependencia,
la desigualdad acelerada entre ricos y pobres, con una clase media que se encoge cada vez más y con
la absoluta ausencia de una visión de futuro.
La encuesta electoral -a lo que se resumen estas pasadas elecciones- demuestra que a los electores
luego votantes y ahora gobernados por una Junta de Control Fiscal no electa y mayormente ajena a la
realidad puertorriqueña, les importa más su sobrevivencia y comodidad personal que el status político
de Borinquen. El sí, que se ha vendido como frágil ganador del supuesto plebiscito estadidad SI o NO
-lo cual a nuestro entender puede derrotarse con un simple ejercicio matemático- es el resultado del
miedo manejado por el PNP y las falsas promesas de las riquezas que van a llover sobre Puerto Rico
desde el Norte. Gastaron mucho en publicidad sumando los "beneficios" de la "igualdad" económica que
traería la estadidad. El PPD no tuvo ni tiene argumentos para contrarrestar, puesto que Estados Unidos
ha admitido que el ELA es una ficción necesaria que no tiene cómo mejorarse. El PPD, que nació, creció
y prevaleció prometiendo pan, tierra y libertad, se ha quedado con las manos vacías. Hoy Puerto Rico
sufre más hambre que nunca, la tierra escasea y la libertad no existe. El PIP se replegó, buscó evitar
el tema del status para competir con los que sólo prometen una gobernanza limpia, con atractivos como
igualdad de género, cero corrupción y un abrazo al ambiente. Pero no unió fuerzas con otras agrupaciones
de propuestas similares, en aras de proteger su franquicia en términos electorales-coloniales, una
papeleta Dalmau/Lúgaro con figuras de ambas organizaciones que salieron electas le hubiera dado quizá
el tiro de gracia al moribundo PPD. Sabemos que éste no puede ganar sin los votos de los independentistas
que cruzan líneas por temor al PNP y la estadidad. Esta vez no miraron para allá: el estatus no estaba
en discusión.
¿Por qué el 25% del total de los electores inscritos votó por el Sí en el plebiscito? Lo primero que
debemos tener en cuenta para este análisis es que en las elecciones coloniales de Puerto Rico votan
ciudadanos estadounidenses, -no ciudadanos puertorriqueños- que lleven al menos un año como residente
en este territorio. Es decir, votan, además de los nacidos aquí quienes poseen la ciudadanía estadounidense
por imposición del imperio desde 1917, todo aquel que posea esa ciudadanía ya sea por nacimiento o
naturalización. En Puerto Rico existe una gran inmigración de extranjeros, desde cubanos que salieron
de su país con el triunfo revolucionario de 1959, venezolanos, peruanos, chilenos, uruguayos, argentinos,
asiáticos, haitianos, dominicanos, etc. Los dominicanos posiblemente constituyen el sector más numeroso,
organizado y fuerte de todos ellos. Políticamente se han identificado con el PNP mayormente. Hicieron
campaña por el sí. La colonia de estadounidenses continentales, sobre todo con gran capital, ha crecido
en los últimos años atraídos por los incentivos económicos que ofrece la isla para hacer negocios
aquí.
Por otro lado está el miedo, que ya mencionábamos anteriormente y que no es retórica. Existe el miedo en
la gente de a pie en Puerto Rico. El miedo a que si Estados Unidos se va de Puerto Rico no vamos a
sobrevivir. La crisis económica y social que vive Puerto Rico desde hace años agravada con los huracanes,
sismos y pandemia han fortalecido esos temores. Los niveles de desempleo y la dependencia de los llamados
beneficios gubernamentales dan apenas para subsistir.
A lo anterior hay que sumarle el abandono del discurso independentista. Fueron los independentistas quienes
huyeron de él. El miedo funcionó. Y los anexionistas se lo apropiaron. Fue cuando vimos entonces las
increíbles imágenes del candidato de la estadidad arropándose con la bandera puertorriqueña bajo los
acordes de la Borinqueña, nuestro himno nacional. Tanto en ésta como en las pasadas elecciones coloniales
la voz cantante de la descolonización la han llevado los estadoístas quienes sostienen que Puerto Rico se
habrá descolonizado cuando se convierta en el estado 51 de la unión yanqui. Para nosotros, los que sostenemos
que la estadidad conlleva la muerte de la nacionalidad puertorriqueña, la independencia y la soberanía
nacional es la única vía de descolonización. Los que así pensamos, tenemos que elaborar un discurso que
no sólo eduque desde el punto de vista histórico y de la ley internacional sobre nuestro derecho a la
soberanía sino que le presente al individuo, en arroz y habichuelas, como popularmente se dice, un proyecto
concreto de cómo se sostendrá económicamente esa república para que pueda dar solución a las necesidades de
sus ciudadanos en cuanto a empleo, vivienda, salud, educación, entre tantos otros asuntos que constituyen
sus diarias preocupaciones.
Aún así, no se puede aseverar, como lo hizo el PNP y medios de prensas nacionales e internacionales, que
Puerto Rico votó mayoritariamente por la estadidad. Ni siquiera mínimamente. En el llamado plebiscito que
promovió el PNP el pasado 3 de noviembre sólo participó poco más de la mitad de los electores inscritos para
estas elecciones coloniales. De esa mitad un 47.81% dijo que no y un 52.19% dijo que sí. Este último porcentaje
representa poco más de la cuarta parte de la totalidad de los inscritos para votar en ese ejercicio fútil que
son las elecciones coloniales en Puerto Rico, país intervenido por una potencia extranjera. Mientras, al 47.81%
que dijo que no, hay que sumarle el rechazo de la casi mitad de los electores inscritos que no quisieron
participar en este mal llamado plebiscito. Juntos, derrotan por mucho la alegación de que Puerto Rico votó
mayoritariamente por la estadidad.
Cabe destacar el aumento de la no participación electoral. Ésta se viene experimentando desde las elecciones
de 2004. En este año tan sólo el 53% de los electores inscritos participó del ejercicio electoral colonial del
3 de noviembre. A estos electores inscritos que no participaron habría que sumarle los aptos para ser electores
que nunca se inscribieron. Diría que esto es lo que más tendría que destacarse de estos ejercicios electorales
coloniales de cada cuatro años.
Queda mucho trabajo por hacer, que no puede limitarse a intentar bien administrar los intereses del imperio en
la colonia. Todos, incluyendo el PIP, sabemos que es la Junta de Control Fiscal quien manda en Puerto Rico. Al
momento de redactarse este escrito su presidente ladinamente no confirma ni niega si habrá despidos de empleados
públicos o un aumento en el impuesto a la propiedad, pero insiste en los recortes de las pensiones como vía para
recolectar el dinero que necesita para pagar a los buitres que reclaman una deuda que no es de Puerto Rico. Esa
deuda es del imperio. No existe un consenso entre todos estos partidos que hoy participan de la administración
colonial sobre el asunto de la deuda, pero esto en última instancia es irrelevante pues es Washington quien
determina su pago. En lo que sí entendemos debemos coincidir todos es en la certeza de que no es ni en Fortaleza,
ni en la Legislatura colonial donde se ha de librar la batalla por la descolonización de la nación
puertorriqueña.
San Juan, Puerto Rico 11 de noviembre de 2020.
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